sábado, 3 de septiembre de 2011

Violencia delictiva: pan de cada día

El absoluto irrespeto por la vida, se ha convertido modernamente, en un signo de la delincuencia actual. El delincuente, se siente tan seguro de que las normas lo deben proteger más que a la víctima, que arremete contra los ciudadanos, pretendiendo darles lecciones de cómo deben reaccionar cuando son asaltados; y el mensaje es: “déjate asaltar o sufrirás consecuencias graves”.

Esta lección se desprende (no descartándose la tesis del atentado), del asalto a la familia del congresista Reggiardo, pues el “error” de ellos, habría sido que los policías de resguardo, conforme a su deber y obligación, repelieron el injusto ataque de que eran objeto. Entonces, los delincuentes, dieron rienda suelta a su frustración y enojo, disparando contra ciudadanos indefensos, incluso niños, ante la respuesta que alteró sus planes.

Es cierto que todas o la mayoría de las personas, en momentos de calma y reflexión, sostenemos para nosotros y recomendamos que en casos de asaltos, sobre todo con armas de fuego, lo mejor sería no resistir y entregar lo que se nos pidiera, con el objeto de preservar nuestra salud y la vida y la de los nuestros, en tanto bienes más importantes. Tal juicio, por lo demás, se revela absolutamente racional y lógico.

Pero, lo que no se debería permitir es que sea el propio delincuente, el que sancione a los agraviados, por pretender ejercer su defensa, cuando los asaltan. En tal sentido ocurre que, desde hace mucho tiempo los delincuentes, sobre todo los que atentan contra la propiedad ajena, realizan represalias, inclusive si se trata de una persona pobre, por el simple hecho de: “no haber tenido algo que entregarles”, cuando fueron asaltados.

Así, se han multiplicado las conductas de represalia de los delincuentes, quienes cortan el rostro a quien no tuvo dinero para: “darles algo”, o disparan a matar al que se resiste a un asalto, como ha sucedido muchas veces, sin que nadie haya considerado, hasta ahora, tal conducta, como un hecho que debería constituir un agravante, en el caso de delitos contra la propiedad, cuando se trate de sancionar sus conductas.

Ante tal renuncia de la sociedad a sancionar una conducta delictiva, manifiestamente lesiva al derecho de las víctimas, el delincuente obvio es que se siente todopoderoso y se encuentra bastante estimulado, como para castigar a quienes ejercen su legítimo derecho a defenderse de una agresión injusta. Lamentablemente, las personas que se defienden, carecen del respaldo de la ley, pues esta no sanciona al delincuente, que por tal motivo, en vez de retirarse (como antes sucedía) ejercen represalias.

A nuestro entender, ya es hora de cambiar las cosas y que tales manifestaciones de virulenta violencia, por parte de los delincuentes, al momento de que se frustra el delito, deban ser debidamente sancionadas, sea como una agravante o como un delito aparte.

Doctor Pedro Miguel Angulo Arana, abogado, profesor universitario, Ex Fiscal Superior de Lima.

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